Perdido en el llano

Jesús Jank Curbelo / Foto: Ricardo López Hevia

Beisbol Serie 57 IND-PR-fase-2

Lo primero es el verde del terreno y el ruido de la gente y de las congas detrás de mí. Es eso, y que el estadio parece más pequeño que en pantalla; las distancias entre una base y otra; el tiempo que sucede entre las piernas del corredor.

Lo segundo es la bola cuando sale del bate y va crispándose, salta sobre la yerba hasta el montículo donde está el pitcher, rueda por la yerba detrás del pitcher, llega hasta la franja de tierra mientras el hombre en segunda agarra la bola y lanza hacia primera con elegancia en mucho menos tiempo del real que sucede entre las piernas del corredor.

Lo tercero es un foul. Una bola que sale desde el bate, se pierde sobre el techo detrás del home, o que se hunde entre el público, o que queda en la malla y baja graciosamente hasta el terreno; la recoge un muchacho con casco azul.

Estoy en el estadio y han pasado más o menos diez años desde mi última vez en el estadio. Desde entonces, a veces, entiendo el béisbol por el cartel que pone en la pantalla los números y el nombre del bateador. Pero aquí no me entero. Aquí lo que hay es una voz con eco que dice «Msdfbf Bsgnndff, segunda base», y uno, más o menos, va sabiendo que Msdfbf es Mengano porque lo ha visto parado en segunda, con el número tal y, más o menos, uno recuerda que bateaba tanto la última vez y que ahora, más o menos, debe estar, qué sé yo, sobre trescientos.

También antes pensaba que las voces de los que narran salían directas desde el estadio y las oía el público, los jugadores. No. Después, más grande, vine una vez, vi que no se escuchaban, y les eché de menos más que ahora que estoy sentado en el palco de prensa (Dayán García y yo) y, frente a nosotros, en el terreno, un hombre está lanzando swings al aire con guantes y dos pesas en la punta del bate, y está atento, porque quita las pesas poco antes de que el que está bateando meta un rolling y quede out. Entonces el de los swings, ya sin pesas, se para en el espacio entre el árbitro y el cátcher, bien, con calma, dispara un par de swings, se van en blanco, luego da hit.

Tampoco hay mucha gente. A pesar de la bulla hay agujeros tras la valla del 345. Dicen que desde allí no se ve bien. El mejor lugar, dicen, es detrás de la malla que está detrás del cátcher, o en el palco de prensa. Yo no sé qué hacer conmigo. Vigilo atentamente la pizarra para saber las carreras y el inning, el conteo, le pregunto a Dayán (que le sabe a esto) si el primera base debe ser zurdo siempre o si el espacio entre el center y primera es el mismo que entre primera y home, o si Fulano tiene de cuatro uno, o si Mengano, por fin, es Msdfbf.

A veces dejan de sonar las congas. A veces hay corneticas dispersas. El juego pasa y yo escribiendo esto porque me cuesta mucho concentrarme. Porque Dayán dejó de hacerme caso. Porque si no tengo al cátcher de frente no me entero de si el strike es strike.

10 comentarios en “Perdido en el llano

  1. En eso estoy de acuerdo, Amador… Jank, ponte pa´la cosa, que un día puedes acabar de periodista deportivo de emergencia y entonces? aunque francamente yo jamás habría adivinado que Mgndbf era Mengano jajajaja
    Yo recuerdo haber llegado a un juego de balonmano cámara (de fotos) en mano y buscar la pelota a través del lente, y no verla ni pasar…

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  2. Periodista habla claro. ¿Que quieres denunciar? ¿Que no hay cuatro pantallas con verguenza en el estadio? Deja el pendejismo y habla como los hombres, de frente. ¿O estas cuidando tu Lada y tu cuota de gasolina?

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  3. Ya veo, que se puede esperar de un periodista que se rinde ante el Esbirro Antonio Molto, vocero y defensor de la tirania mas larga de este siglo, y pisoteador de personas, de periodistas y de cubanos.

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  4. A José:
    El periodista no tiene nada que perder, porque no tiene ni carro, ni cuota de gasolina.

    A Amador:
    En mi casa nadie soporta el beisbol y no por eso dejamos de ser cubanos y personas insertadas con éxito en la sociedad. Aunque el beisbol sea «el pasatiempo nacional», no tiene porque gustarle a todos, ni ser el centro de la vida de los cubanos, yo llevo casada con mi esposo 30 años, y él no sabe nada de beisbol y además no le gusta. Amplíe su espectro de vida.

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